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Cuando él me dejó yo estaba pintándome las uñas de los pies de color lila.
Sentía pasión desenfrenada por ese color desde que era niña ,cuando vivía en mi casa rosa fucsia con ventanas lilas.
Pero fue hace tanto tiempo...
Sólo recuerdo la casa, y el sonido del tren que pasaba por las vías que estaban justo a la izquierda.
El chuchú incesante.
El humo que salía de su chimenea.
La tos de papá al inhalarlo.
Los temblores que despertaba en mi ventana lila...
Por eso,hoy me levanté de la cama y me asomé por la ventana, vi a una chica de bucles dorados con un vestido que era del mismo color que tiene un campo lleno de lavandas y decidí que sería mi color.
A mis uñas las gusta mucho.
Pero a él creo que no.
Porque llamó a la puerta con dos suaves golpecitos.
Él siempre fue tan suave...
No esperó a que le diera permiso y entró.
Me miró con sus ojos del color de la selva y me sonrió.
Fue una sonrisa muy fugaz, pero tan triste que me salí en la uña meñique.
Yo también le miré, pero tenía miedo a lo que me fuera a decir y creo que él lo detectó porque se acercó a mí y me revolvió el pelo con su mano derecha, como siempre hacía cuando se daba cuenta de que mi estado anímico se venía abajo.
Su mano se quedó posada en mi cabeza.
Y entonces dijo mi nombre. Bueno eso pensé. Pero creo que se refería al color que le estaba dando a mis uñas.
Dejé el pintauñas cerrado en el suelo y me di la vuelta para mirarle.
Tenía el pelo revuelto y la cara pálida.
Me acarició la mejilla y sentí una especie de electricidad.
Es como si mi mejilla de color nieve supiera que iba a ser la última caricia.
Me sujeto la cabeza con sus manos y acercó nuestras caras,entonces...,entonces me dijo que lo nuestro no había funcionado y se marchó.
Sí. Se fue.
Cerro suavemente la puerta y yo me quedé ahí.
Sonriendole a la nada.
Me dejó así, con la sonrisa pegada a la cara como un adhesivo y cinco uñas sin pintar.

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